TESTIMONIO DE UN EX - NÉOCATÉCHUMÈNE "NOSTALGIQUE"
Traducción en francés de Denis Dumas del testimonio de que el original en italiano se trouve : http://www.cesap.net/la_tela_del_ragno.htm
¡Caro don Élio te agradezco para la paciencia que siempre has tenido de escucharme al teléfono, y para la ayuda y la fuerza que nos has dado a mí y a mi mujer en el acto de saldremos del Camino, y para el sostén que sigues dándonos porque no tenemos más a sentirnos solos! Tu libro nos ha hecho comprender muchas cosas. Ahora querría manifestarte lo que me frecuenta todavía cuando me recuerdo la vida vivida en el Camino.
Querría empezar llamándome la pregunta que creo revela muy bien los verdaderos fines del Camino y que se nos preguntaba cada vez que debíamos hacer un paso. La pregunta era: "¿Al principio del Camino, cómo eras? ¡De los hechos concretos! Según mí esta pregunta quería hacer creer que el CN debía ser el centro de la vida del fiel o del adepto. Evidentemente el mensaje que quería hacerse pasar era: Había "al comienzo la oscuridad. ¡Hay la luz ahora, gracias a nosostros catequistas y a nuestros catéchèses!". Cuando hemos contestado, a esta pregunta y a de otros semejantes, hemos pensado con transporte y exaltación en la 'porquería' que éramos.., y a todo este 'desastre' que habíamos hecho de nuestra vida. Los catequistas se expresaban así y nos hacían creer que era una gran gracia del haber encontrado.., y de haber sido alumbrado por la Comunidad.
De los tantos años pasados en Comunidad, que regresa el más al espíritu es la porquería, el sentido del desprecio y de numerosas otras palabras negativas que nos era repetido con mucha exageración hasta la exasperación. Transportados por la experiencia comunitaria que es quedada viviente, hemos sido homologados todos según un proyecto centralizado en el personaje del catequista. Este proyecto se realizaba en la vida ordinaria del Camino y en los diferentes pasos, cuando se analizaba los dones y las gracias, para hacer la luz sobre nuestra vida y para ver verdaderamente claro sobre lo que éramos. Estos dones y estas gracias nos eran descubiertas por estos mismos catequistas quienes juzgaban nuestro actuar según los criterios espirituales preestablecidos por el Camino y quien nos eran desconocidos. Con el paso de los años se identificaba cada vez más con los consejos que nos eran dados por los catequistas quienes nos invitaban a escudriñar cada vez más profundamente en nuestra vida y nos invitaban a acoger la Palabra de Dios quien nos descubriría nuestros males y el negativo que nos habitaba, latentes con el demonio, de ello.
Según el Camino no debe escandalizarse de nuestra vida, o de lo que somos, o de lo que se dice de nosostros. Muy a menudo los mismos catequistas, con un espíritu profético, nos repetían la idea que la experiencia de la salvación, de vez en cuando, paso por la experiencia del pecado, porque la gracia de Dios nos levanta luego fácilmente.
Según mí en el interior del NC hay también algo bueno: el adoctrinamiento por las lecturas evangélicas; las búsquedas históricas sobre las figuras bíblicas; el espíritu de oración que debe penetrar nuestra vida. Eso nos ayudaba a crecer en la fe y nos hacía cobrar conciencia del aspecto religioso de nuestra vida.
Pero todo esto había dirigido completamente por un catéchèse de coacción y por una pedagogía que nos estandardizaba todo, haciéndonos obedecer ciegamente y contestar a las preguntas del catequista que tocaban cada vez más la conciencia y la vida íntima. Esto llegaba como en una clase de inquisition operado a la luz de alguna Palabra tomada en el evangelio. Los catequistas escudriñaban y cavaban en nosostros en las relaciones familiares o interpersonnelles. A nuestra torre, luego debíamos ser introspectivos, y analizar las acciones más íntimas, cometida al nombre de nuestras idolatrías que habían acondicionado nuestra vida o la vida de los otros. Las respuestas, luego, debían ser escritas sobre una hoja. Algunas respuestas eran leídas en público, de vez en cuando también en presencia de un sacerdote. Venía darnos un mensaje autoritario y debíamos acogerla todo con mucha reverencia. En estos momentos los catequistas tenían un comportamiento semejante al de un psicólogo o de una guía espiritual. Su dirección afeitaba y modificaba el mandato profético. Se sentían y se presentaban como enviados por la iglesia y se jactaban de esta investidura y de este mandato.
Este no es mi intención de polemizar, pero llamo que de vez en cuando, a lo largo de los escrutinios, alguien era sometido casi a un suplicio. La cosa que sorprendía el más era el silencio del sacerdote quien no intervenía tampoco en estos momentos. Este no son todos los sacerdotes quienes asistían a estos escrutinios que se portaban así. Alguien ha tenido el ánimo de denunciar alguna cosa abiertamente, pero ha sido criticado y desacreditado. Los catequistas, luego, acondicionaban a los hermanos de la Comunidad que les hace creer de ello que éste que no apoya esta realidad, no puede comprenda el espíritu del Camino y añadían que el CN era aprobado del Papa y de la iglesia quien aprobaría pronto también el Estatuto reconociendo completamente este tipo de Movimiento religioso. De vez en cuando invitaban a algunos sacerdotes que no hacen parte del NC, pero era sólo para presidir a las liturgias eucarísticas, a la Palabra o a las Liturgias penitenciales. Todo esto con miras a dar una imagen sagrada y, al mismo tiempo, para dar una credibilidad al Camino y a sonido. uvre en medio de los hombres.
Una cosa me ha hecho muy mal: ¡el aislamiento! En cierto momento he empezado a exprimir de las dudas con respecto al Camino y a señalar de las cosas que me parecían muy discutibles. Otros hermanos han repartido también mis dudas, pero cuando siguiente mis dudas me han acabado la idea de abandonar la Comunidad, alrededor de mí me he hecho el vacío. Estos mismos 'hermanos' con que habíamos repartido muchas experiencias comunitarias, muchos momentos fuertes, muchas preparaciones y fiestas litúrgicas, muchos cumpleaños y de paseos., todo me han girado la espalda. No me tienen más llamados, como hacían de vez en cuando, mismo para tomar de mis noticias. A decir verdad alguien me ha llamado, pero sólo para invitarme a un convivence en presencia de los catequistas, para que tuviera la posibilidad de comparar con ellos mis dudas.
Pienso que en nuestra vida, debemos justo haber el ánimo de hacerse cargo de nuestras propias responsabilidades. Es justo que elijamos, dando sólo cuenta a Dios y a nuestro confesor. No es escrito a en ningún sitio que se disloca confiarnos a un laico y hacerse guiar ciegamente por él sin tener la mínima duda a su consideración y con respecto a lo que dice. ¿Cómo un laico puede exigir que diga las cosas que conciernen mi esfera íntima, familiar, o mi conciencia? No escribo eso por casualidad. Cuando el tiempo pasaba, me parecía que en la Comunidad la sola cosa importante, segura y tranquilizadora era aquella que decía a los catequistas. El ánimo de juzgar con su propia cabeza era juzgado como una rebelión o como una tentación demoniaca que se ponía delante de nuestra vida. ¿Pero rebelión hacia quién, de qué? Me preguntaba.
Me recuerdo con tristeza que éste que dejaba la Comunidad, y esto llegaba siempre durante los pasos, era compadecido para su elección y juzgado un punto flaco y mirado con misericordia. Cuando alguien quería salir de la Comunidad, los catequistas, con un espíritu profético, le exponían lo que se convertiría en su vida si no siguiera más el Camino y le decían que debía seguir sus consejos porque eran justos y verídicos. Se presentaban como los ángeles, como profetas enviados por Dios. Tan luego alguien abandonaba la Comunidad sin creer en sus admoniciones amenazadoras, entonces procuraban de dar un sentido de seguridad a aquéllos que quedaba y enseñaban como un renegado, como, para decir en grueso, alguien que ha abjurado su propia fe, éste que abandonaba la Comunidad.
¡He aquí por qué se tiene si miedo de dejar la Comunidad!
Me pregunto lo que pasa en la cabeza de un fiel Néocatéchumène ortodoxo, que se encuentra en el NC de buena fe. Creo, antes que nada, que debe recordarse y considerar con mucho serio, lo que se le es dicho en ciertos pasos, y es decir que entre nosostros y Dios había tenido lugar una alianza que habíamos sancionado poniendo nuestro firmando sobre una hoja que había sido puesta sobre el Biblia de la Comunidad. Todo que se había producido en el paso y el ritual del segundo escrutinio. Se trataba de un pacto hace directamente con Dios, por los catequistas, como profetas. Y en presencia del sacerdote.
Es sólo uno de los puntos de acondicionamiento. Otros han sido indicados en las expresiones proclamadas con fuerza, del tipo,: "¡fuera de la Comunidad no existe una verdad religiosa que vos habla directamente respecto a tu vida como la nuestra! ¡No existe un camino que te lleva a vivir la Palabra de Dios quien se encarna en tu historia! ¡Tan sin embargo decides irte de ello, hermano, falta de ánimo! ¡levántate y vas en! Te llamas sin embargo de un chose : ¡el Señor hoy ha pasado y no lo has recibido! ¡Hoy abre tu c.ur! ¡Conviértete! ¡Ánimo! Hemos venido para ti. Hemos venido para llevar el kérigme que el Señor es muerto pero, para ti, para mí, es resucitado.
No es verdadero que tu vida es asquerosa: ¡hoy puedes cambiar! ¡Apoyarte sobre esta cruz! ¡No mires a la insuficiencia de tus catequistas! Hemos enviado sólo por la iglesia para traerte un mensaje: ¡que puedes llegar, puedes levantarte! Si hoy decides irte de ello de la Comunidad, sabe una cosa, y te lo debemos decir, que ahora eres la sal en tu familia, entre tus colegas. ¡Fuera tú riesgo de ponerse soso, pisoteado por tu historia, pisoteado por todos!".
Para no hacer demasiado largo, son algunas frases de los catéchèses tomados eso y allí y de las admoniciones no hacen los catequistas a algunos hermanos. Los ha querido transcribir para dar una idea del clima psicológico y de la presunción de ciertas afirmaciones.
Otra cosa me hacía sentir mucho mal. A lo largo de los encuentros que tenían siempre tarde lugar la tarde, en las diferentes interrogaciones habían de las preguntas del tipo: "¿rezas? ¿Cómo rezas? ¿Del diezmo cada mes? ¿Por qué no das el diezmo?". ¡Todo esto era para insensato! No había una brizna de respeto de la libertad del prójimo. ¡Ahora, mientras que estoy escribiendo este testimonio, me parece exagerar, pero es verdaderamente lo que he vivido y que he oído durante todos estos años!
Otro aspecto inquietante me ha hecho reflejar mucho. Tan algún hermano hacía observar de las contradicciones evidentes entre lo que decía al catequista y lo que decía al director espiritual, el pobre era reprendido severamente. Me recuerdo de un s.ur quien exponiendo un problema de naturaleza familiar, hacía observar una discordancia neta entre los consejos que le daba al catequista y aquéllos del confesor. Entonces el catequista ha llamado ciertas cosas del pasado que el s.ur había revelado en los famosos escrutinios secretos, de ello que le lanza de los anatemas del tipo,: "¡No puedo hablar porque siembras la cizaña en la iglesia! ¡Sabe que tu manera de hacer sólo puerta a poner en causa el espíritu San porque prohibe la iglesia! Pues te reprendo diciéndote: ¡Haz lo que te decimos! Y si no haces así te occurrirá éste... ¡y eso...!". Se puesta furiosa y desesperada, el caro s.ur entró en crisis para algunas semanas, pero regresó preguntar desdichadamente perdón al catequista, confirmándolo, así, profeta de su vida.
Cuando pienso en este episodio me viene al espíritu que en el Camino el catequista es como un padre y la Comunidad como una madre protectora. Cada afiliado queda siempre atado a su cordón umbilical, bien anclado al padre catequista.
De vez en cuando me vienen al espíritu una situación tragi-cómico a que he asistido: , proselitismo, entre los padres de una misma familia,; fanatismo jerárquico que agobia dado por los catequistas a algunos hermanos. En ciertos momentos de gatillo vivido con algunos 'hermanos' confirmados a catequistas me ha occurrido de hablar de Dios o de la Comunidad. Todo iba bien hasta que se estaba de acuerdo, pero no en cuanto el discurso tocaba el Camino y las opiniones divergían, entonces este hermano cambiaba de tono de voz y personificaba al catequista, tanto en el habla que en el modo de darse de los aires.
Tengo también señalado una difusa despersonalización. El vocabulario hecho de frases y de afirmaciones típicas del Camino me golpeaba mucho. Con el paso del tiempo, a través un largo desarrollo, casi todos los hermanos se conformaban al estilo de hablar típico del Camino. Este no es mi intención de echar el descrédito sobre el Camino porque he visto también muchas buenas cosas y no tengo ningún instrumento válido de tipo teológico para poder replicar a algunos erejía de fondo. Quiero esperar mientras que los hermanos que tienen el ánimo de dudar, no se harán acondicionar, se re-apropiarán su vida, elegiendo según su conciencia moral.
Me doy cuenta que carezco mucho hoy de un grupo, de una comunidad, para poder seguir teniendo una formación religiosa. Ahora sin embargo veo en mi familia una gran oportunidad de formación comunitaria. Aquí consulto con mi mujer, con los hijos y con la gracia de Dios. La experiencia que he vivido en el Camino me ha acondicionado ciertamente. He comprendido que las Comunidades Néocatéchuménales, o de otras realidades religiosas que tienden a hacer de los grupos, deberían tener la intención sincera de abrirse cada vez más: deberían medirse siempre con otras realidades y ser en diálogo. En el caso de los Néocatéchumènes, de más, no deberían seguir más analizando, a ver sólo de las faltas, agravándolas. Deberían cultivar y deberían alimentar el optimismo. Deberían tener la capacidad de no echarse demasiado en serio, para moderarse, para buscar la paz y la serenidad en el grupo.
En síntesis, me parece de haber encontrado en la Comunidad mucho pesimismo. El hermano catecúmeno vida para veinte años una experiencia en estado de confusión que le hace centrar su vida sobre el catequista, quien lo forma, lo devuelve frágil, desprovisto de seguro, necesitado una seguridad que sólo los catéchèses de Kiko transmitidos por los catequistas con autoridad y seguidas ciegamente, pueden darle.
El Camino Néocatéchuménal es una experiencia: ¡de veras mortificante!
¡Caro don Elio, he aquí lo que he sentido la necesidad de escribirte para que comprendas mi estado de alma, y para tener de ti, una palabra de dirección y de consuelo!
¡Gracias para todo lo que ha hecho para nosostros y para las palabras luminosas que tú querrás dirigir todavía!
Pregunto tu bendición para mí y para mi familia..
								T.M.