Traducción del vivido de una pareja de catequista por Denis DUMAS

Fuente  : http://www.geocities.com/Athens/Delphi/6919/ita_index.htm

 

 

Cónyuges antiguos catequistas del Camino

Me llamo Escabechó, soy austriaca y hoy tengo 61 años. Desde 1972 soy casada con Concetto. Tenemos a tres niños: Raffaella, Elisabetta y Alfredo. He conocido el "Movimiento Néocatéchuménal", conocido como "Camino Néocatéchuménal", por mi oficio de physiothérapeute. Fue la madre de una chiquilla alcanzada de un handicap en efecto, que cuidaba, quien nos hice conocer esta realidad.

En seguida acogí la invitación a participar en los encuentros, porque desde algún tiempo quería tener una experiencia religiosa que me pusiera en comunión con otras personas. Con mi marido entré en Comunidad en 1984 principiante así una experiencia que hemos concluido sólo en 1998. Todavía hoy, eso para denunciar lo que sigue, nosostros réentendons de las ideas que nos fueron inculcadas entonces, especialmente aquella que el " le Camino" es La calle a seguir para llegar a la Salvación.

Los discursos martelants que se nos hacía, nos llevaban a perder la conciencia de nuestra libertad y nos inducían a sentirnos indisolublemente atados al "Camino" convenciéndonos, a más profundo que arriesgábamos la salvación eterna, si saliéramos de ello. Entrada apenas me parecía realizar por fin mi deseo. Era feliz, y en la Comunidad me sentía "muy querida." Tengo todo aceptado con cierto entusiasmo en seguida. Los catéchèses, aunque fueran muy largas y martelantes, los hermanos, la Palabra de Dios, la Mesa Comedor Eucarístico, los convivences,: todo me daba una alegría inmensa. Pensaba haber encontrado por fin la verdadera Iglesia. Con mi marido fui elegida como responsable siguiente el 1° paso. Luego, siempre con mi marido, fui nombrada Catequista. Concetto no era entusiasta como yo. Sin embargo la alentaba y lo arrastraba, porque tomaba a la carta todo que me decían. Poco a poco también crece en el fervor.

Nuestra Familia Y El Camino, de Escabechó)

En Comunidad todo iba de la mejor manera, pero a la casa, aparecieron las primeras nubes a la vista. A la sugestión de los Catequistas, queríamos también que nuestros niños frecuentan el "Camino." Me puse obsesiva con ellos: ¡no podía desobedecer a los Catequistas! Éstos, en efecto, seguían sosteniendo que, si no vinieran, éste era porque no las incitábamos suficientemente y no les dábamos de los signos conformes. Era nuestro deber de transmitirles, especialmente siguiente los convivences, estas experiencias muy conmovedoras.

La situación en familia se ponía cada vez más insoportable. Sufrimientos continuos, incomprensiones, desconfianzas, acusaciones y amenazas eran al orden del día. Después de algún tiempo hemos convencido Elisabetta y Raffaella a entrar en Comunidad. Raffaella dejó después el 2° Paso, mientras que Elisabetta no quiso más tener la intención de hablar cuando después de los 'escrutinios' los catequistas la humillaron mucho. Después del Shemà no regresó más. A partir de este momento empecé a ver su fracaso como consecuencia del abandono de la Comunidad.

Otro motivo de sufrimiento para nosostros era de saber que el novio de Raffaella no fuera un miembro del "Camino." Los catequistas tenían a este propósito verano preciso. Nos decían: "La boda entre dos personas del 'Camino' es muy importante, o mejor, indispensable para formar una buena familia cristiana." Si desposando Raffaella hubiera entrado en Comunidad, los dos deberían haber empezado el Camino juntos. En efecto, cuando una persona se desposaba o se casaba, debía volver a empezar el Camino de nuevo, con el socio, independientemente de la etapa donde había llegado.

Durante los años hemos llevado estos bultos sin enterarse que nuestra familia, en lugar de unirse en el amor del Cristo, se desmigajaba de todos los costados. A lo largo de 14 años no hemos podido vivir un sábado por la noche con nuestros niños, abandonándolas a ellos mismos y privándonos de su compañía. ¡Nunca un paseo juntos! ¡Nunca una tarde a los padres o en pizzería! Hoy son adultos y no nos perdonan del haber abandonado, cuando tendríamos de quedarlo cercanos de ellos más que en todo otro período de su vida. El sábado por la noche íbamos a la Mesa Eucarística y tarde regresábamos. El siguiente día, después del haber invitado de manera oppressante a decir los Laudes, nos considerábamos libres de todo empeño, mientras que ellos nos dejaban solos para ir a Misa. A menudo, el domingo, íbamos en Convivence, mientras que daban un vuelta o iban en los amigos o de los padres porque se sentían solos. Tengo acordarme juntos serenamente de poco domingos pasados como debería llegar en toda familia. De eso nuestros niños siempre nos han acusado. A sus acusaciones contestábamos que el "Camino" era más importante que no importo qué otro empeño, mismo éste de la familia o éste religioso. Debíamos poner los empeños del "Camino" antes de todo otra cosa, en efecto, :

recurrencia del cumpleaños de los niños, reuniones con los padres o, todavía, fiestas patronales. Si alguna de este recurrencia se extendiera en concomitancia con una reunión de la Comunidad, no había posibilidad de elección: ¡importaba no ir! No debíamos estar por menos ausentes de los encuentros importantes como las Convivences Régionales de motivos serios, como los graves problemas de trabajo, de familia o de salud. El solo interés que debíamos tener, era de participar en la vida de la Comunidad. Una vez, un s.ur de nuestra Comunidad (S.G) no pudo participar en un Convivence del "Redditio" porque, algún día antes su madre había tenido, un ictus. Cuando los catequistas la tuercen en el siguiente encuentro, la acusaron de ser atada al dinero, porque debería haber hecho asistir a la madre por una enfermera, para poder participar así al Convivence. Anegó en llanto, pero eso no sirvió a nada: le fue impuesta de ir con otra Comunidad a hacer este Convivence. Otro s.ur, devuelta después de los decenios a la última etapa de "la elección" o, como la llaman, de "Jerusalén", preguntó a los catequistas de partir para la Tierra Santa, el siguiente día, a su propia cuenta, porque justamente el día previsto para la salida, su hija debía casarse. Los catequistas le contestaron que no era posible. Debía elegir: o ir a la boda de su hija o partir para la Tierra Santa. El episodio me ha sido contado por la hija de mi 's.ur.' Estos episodios nos hacían comprender cómo, haciendo parte del Camino debíamos cambiar. Nos convencíamos lo mismo que "Nada sirve a la Salvación como el Camino."

La Vida En La Comunidad, de Escabechó)

Como miembros del 'Camino' debíamos esperar initerrumpidamente la llegada del Cristo: cada instante podía ser el bueno. Debíamos estar sin embargo siempre presentes a los catéchèses y a todo los calebración: ¡en este ocasiones, en efecto, el Señor nos hablaba! Cada palabra, cada signo podían ser para cada uno de nosostros, lo que nos convertiría. Para subrayar la exigencia de conversión, nos martilleaban sin cesar sobre el hecho que éramos pecadores. Todo éramos de los servidores inútiles. La gracia nos salvaría sólo. Por medio de nuestra sola voluntad no llegaríamos nunca a nada. La idea de no poder nada sin la ayuda del 'Camino' y de los Catequistas tenía éxito en nuestros espíritus. Cada vez que debíamos hacer una elección de vida pedíamos la socorro a los Catequistas. Toda nuestra vida pasaba por sus manos, de las cosas más banales a las cosas más serias. Los Catequistas tenían la obligación de no ser nuestros amigos, eso nos lo decían claramente. Se unían sólo a nosostros para los catéchèses y para dirigirnos espiritualmente. En todas las otras cosas, eran desatados completamente. Por ejemplo, en las cenas se sentaban a la su tavola aislándose. A causa del desapego de los Catequistas y con los miembros de la Comunidad más honorados en el Camino, pensando ya en todas las etapas hechas, veíamos a estos hermanos como los ejemplos a seguir y esperábamos de poder hacer también también, un día, lo que hacían. Los miembros más viejos de la Comunidad debían ser de los ejemplos. Por eso se portaban de manera suelta y se distinguían como en el ágape del Domingo de Pascua.

A 5.30 todos los días de Cuaresma, salvo sábado y domingo, se reunían en la parroquia a quien su Comunidad pertenecía, para rezar los Laudes juntos. Las mirábamos con admiración y esperábamos que un día nos lograríamos también hacer de ello tanto.

A quien entraba en el Camino era desaconsejado calurosamente hacer parte de otras asociaciones o grupos religiosos. Un día mi marido dice a los Catequistas que había decidido volverse Ministro extraordinario del Eucaristía. Éstos vacilaron pero, no pudiendo lo prohiba él, le dijeron: "  procede sin embargo con moderación ".

En la Comunidad no se hablaba nunca de lo que llegaba en la iglesia. Era todo un mundo a parte. Teníamos nuestros ritos, nuestras imágenes, nuestros cantos, nuestros seminarios, nuestros sacerdotes, nuestra manera de rezar. Cuando participábamos a de los encuentros que no eran organizados no por nosostros como la llegada del Papa a Catania, debíamos distinguirnos de los otros llevando nuestras imágenes y cantando nuestros cantos. Todo lo que nos distinguía era l'. uvre de Kiko Argello: el Virgen pintado por él, el Cristo pintado por él, los cantos compuestos por él. ¡Todo era gracias a él!

En las asambleas a carácter nacional o regional, Kiko tenía la capacidad de llamar sobre la tarima todos los que querían convertirse en misioneros sacerdotes o s.urs de cerca. En el Camino, sus textos, su trabajo era ley y no rozaba nunca a a nadie la idea de refutar sus pensamientos, que son de todos modos éstas de un laico, muy comprometido. A lo largo de los 14 años pasados en el Camino me ha occurrido muchas veces de compadecerme de algunas tomas de posición o de ciertas ideas expresadas por los sacerdotes o directamente de obispos de la iglesia católica.

Nunca eso no me ha llegado con respecto a Kiko o de Carmen. Cada vez que en el Camino se extiende un acontecimiento donde debe cantar. En seguida sus cantos se reconocen en cuanto son oídos. El ritmo monótono es intercalado de "crescendo" del ch.ur. Las guitarras, los tambores, y todo otro instrumento repiten las notas con un ritmo que martillea y todo acompañan cantando y aplaudiendo. Éste que cantaba era invitado a hacer todo ella mismo. En poco minutos se perdía la conciencia y se pensaba que se estuviera solo alquilando al Señor. Era una especie de droga. El tiempo pasaba sin que nos de ello dábamos cuenta. La inconsciencia quien yo assaillait cantando y bailando era el mismo que mucho muchacho de hoy vive en discoteca. Para nosostros, como para ellos, el tiempo pasaba sin que nos enterábamos de ello. A veces en el baile que se acostumbraba a finales de la Misa, era un poco atolondrado por el alcohol del vino bebido en el calebración. Entonces me dejaba llevar un poco demasiado, con los otros hermanos quien como yo no sostenía tanto el alcohol. A menudo en la Comunidad he palpado la atmósfera de la inconsciencia. En efecto, todos los encuentros eran tardíos y numerosos, mismo estando presentes físicamente, no comprendían nada. A menudo, las cosas que eran eran tomadas por nosostros para buenas sin que nos dábamos de ello cuenta. Por consiguiente, mismo cuando éramos asaltados de duda, éramos convencidos que los catequistas tenían probablemente razón. Esta manera de vivir en Comunidad nos empujaba a aceptar cualquier cosa que "era sugerido." En los Catéchèses y en las Resonancias había una "inspiración divina." Un día, he encontrado a un amigo Catequista del Camino que me explicó, cómo en los catéchèses debía conformarse fielmente al rastro a lo que le era vuelto a meter.

Yo también, cuando he sido catequista, he recibido una de estos rastros. Se trataba del modo de dar los catéchèses a los advenedizos. Cuando se confiaba de los documentos del género a los Catequistas y a las personas responsables o en las reuniones se hablaba del "método" a seguir, era recomendado el más gran secreto. ¡A este secreto éramos atados como a los "secretos de familia!"En los catéchèses todo era organizado bien. La inspiración divina" había orientado para aturdir los espíritus quien, visto los horarios y los ritmos martelants y repetitivos, no daban otra elección que tener para seguro todo lo que se declaraba, cuanto más, cada vez que alguien preguntaba una aclaración, le era contestado siempre de sentarse y de escuchar.

Todo lo que se oía en los catéchèses era justo. Del resto, eso era dicho "inspiración divina." Los Catequistas sostenían de ser "de los ángeles enviados por la iglesia", y las mirábamos con admiración.

En las Convivences Régionales los catéchèses empezaban a la una tardía. En estas ocasiones se habría podido organizarse mejor, de modo que los horarios ayudan a aprender el mensaje que quería transmitirse. Por contra, no. Se hacía de las grandes cenas y después de. todo a los catéchèses. Unos no lograban quedar despiertos. Los Catequistas se enteraban de ello apenas, las recogían de ello que les dice de ser atentos, porque podía llegar que esta tarde Dios pasara verdaderamente para ellos. Durante los años pasados "como néocatéchumènes nos era prohibido también de los comportamientos quien, para éste que cumple un camino de fe, debería parecer evidente: No podíamos arrodillarnosnos. Tampoco delante de Jesús sacramento; No podíamos mencionar de los pasos del Biblia, porque éste era permitido sólo a los catequistas; ¡No podíamos poner de preguntas, porque las respuestas vendrían a lo largo del Camino que habíamos emprendido, y quien en el mejor de los casos, dura 25 años!). El hecho de no poder poner de preguntas, porque tarde o temprano habríamos recibido una respuesta en algunos catéchèses, nos convencía a más profundo que el Camino era la respuesta a todo: para esta razón veíamos a los Catequistas y aquéllos que era devuelto a la etapa de "Jerusalén" con una admiración y una veneración extrema ahora.

No podíamos corregir a los hermanos, no más cuando nos enterábamos de faltas graves. Debíamos convencernos que si un hermano se equivocaba y se portaba en pecador, debíamos siempre pensarnos más pecadores que él. No debíamos comportarnos en fariseos que "buscan la brizna de paja en l'. él del hermano, en no viendo la viga en nuestro. él." Tan luego, la falta del hermano era involuntaria, porque era quizás nuevo en el Camino, no debíamos corregirlo igualmente, porque debíamos poner en práctica la virtud de la paciencia.

La vida en la Comunidad ha sido serena sólo para los primeros meses. Después de éstos, empezaron las primeras hosquedad: se acusaba y se peleaba a menudo. Hacía un momento especial destinado a las "aclaraciones": en seguida siguiente el almuerzo en cada Convivence de la Comunidad. A esta ocasión empezábamos a preguntar a los hermanos el porqué y el cómo y se acababa siempre por pelearse ásperamente. El encuentro nos acabado se ceñía y nos abrazábamos en el nombre del Señor, pero regresábamos en casa, nervioso y agotados. Al juicio de los catequistas, era casi deseable pelearse. Nos decían, en efecto que de este modo nos habíamos puesto delante de nuestra pequeñez y ésta nos serviría para crecer espiritualmente. Justamente, como ejemplo nos traían los "célebres litigios" de Kiko y de Carmen. Nadie podía corregir a los Catequistas o exprimir sus opiniones sobre los métodos utilizados: no más los Sacerdotes. Un día, un Sacerdote quien presidía a una Convivence Régionale a la 'Adornó Jonica', se rebeló a la palabra de los Catequistas. Éstos la llevaron casi con fuerza. Luego nos han dicho que no tendrían ningún éxito y en seguida llamaron de emergencia el Padre P.P quien estaba ausente entonces. Éste que se sentaba decía al lado que "era loco." No he podido comprender, sin embargo, de que se rebelara, porque no tuve el tiempo de hablar.

Los últimos meses de mi experiencia en el Camino, manifesté mis dudas a un amigo quien no era néocatéchumène, pero sencillamente católico praticante. Éste me dice que había leído de los testimonios semejantes al mío en un libro. Entonces le pedí hacerme dar a de ello conocer el título pero no se limitó a eso y él yo en offra uno. Leyendo este libro me percibí que no era única. Comprendí que mis dudas eran lo mismas, idénticos, de aquéllos de muchas otras gentes. Comprendí que no estaba fuera de la iglesia, si hubiera dudado del Camino y eso me dio la fuerza de reflejar en serio sobre la posibilidad de salir de ello. Desde este día y mi alma era lacerada luego cada vez más: comprendía que en 14 años había hecho de las faltas graves y eso me hacía muy mal. En el último Convivence, en la que tomé parte, a lo largo del Penitencial, he decidido confesar mis dudas graves. Conté al Sacerdote mi desgarramiento y le decimos cómo mis graves perplejidades eran lo mismas que éstas de decenas de otras personas. Conté también que sus testimonios eran recogidos en un libro que me había sido ofrecido. Me contestó que debía quedar en el Camino y, con un tu resuelto, me mandó quemar este libro. A este momento tuve la confirmación que se equivocaba de seguir haciendo parte de los néocatéchumènes. La actitud de este Sacerdote me ha hecho comprender finalmente, sin duda alguna o indecisión, que la verdad no era sólo en el Camino y que podía abandonarla sin escrúpulos.

Los Catequistas sostenían que éste que salía del Camino sería perdido: se habría divorciado

o, se habría alejado de todos modos de Dios. Para apoyar esta tesis daban muchos ejemplos de personas quien, salidas del Camino, se habían divorciado, se apoyan se 'perdidas' o habían caído enfermos, como si se trataba de un castigo divino. ¡Del Camino se no debía y no se podía salirse! Éste que salía era visto por los hermanos como un pobre diablo, sobre quien el mal había tenido la ventaja, o como un endemoniado. No hablo sólo de éste que abandonaba completamente la iglesia, pero también de éste que quedaba dentro. En cambio, justamente éstos eran vistos con el grueso sospechas, quizás por miedo que pudieran revelar las "intimidades" de la Comunidad o los "Secretos" del Camino, especialmente para éste que había sido néocatéchumène a lo largo de varios años como yo. En el período durante cuál dejé la Comunidad, saludé al Padre P.P. Esperaba caluroso abrazo, como se hace con los amigos de vieja fecha, pero ella con un aire amenazador me dice sólo: ¡No hacer la necia!".

CATEQUISTAS. Escrutinios - Testimonios, de Escabechó y Concetto)

Los catequistas nos decían tener a menudo el "carisma de ser nuestros ángeles, enviados por la iglesia" y las creíamos ciegamente: eran nuestras guías y las mirábamos con veneración. A sus preguntas, debíamos obedecer porque habían enviado por la iglesia.

A cada paso habían los "Escrutinios." A esta ocasión, los Catequistas quienes seguían la Comunidad hacían preguntas referente a la vida personal. Estas preguntas eran hechas a cada miembro de la Comunidad, y delante de todo el otro, 35-40 personas. Independientemente de los hechos llegados, preguntaban por ejemplo: ¿Eres en paz con la Comunidad? ¿Con la familia? ¿Eres atado al dinero? ¿Cuáles son tus ídolos? ¿Has preguntado perdón a Tizio o a Caio?". El episodio no era importante en se, pero que se abandona nuestra actitud hasta darnos cuenta de ser sólo de los pecadores miserables.

Preguntaban todavía: "¿ Est-éste que estás abierto a la vida? ". (Se introducían, pues, en la intimidad de cada uno. "¿Por qué tienes sólo a un niño? ¿Por qué no eres casado?". Y añadían: Te casas, o entras en la vida religiosa"!. Para ellos, en efecto, no existía de compromiso. Al juicio de los Catequistas, estas preguntas debían ser fundamentales a nuestro crecimiento, porque tocaban el fondo y la suciedad de nuestra alma. Nunca, sin embargo de las preguntas de carácter trascendente nos han sido dirigidas; no nos interrogaron nunca a propósito de nuestra relación directa con el Cristo.

Los Escrutinios se extendían en salas parroquiales o en un hotel. El nadie escudriñado debía sentarse delante de un Crucifijo y delante del equipo de Catequistas adelante. Todo pasaba después 21 horas, para durar hasta 1.30, de vez en cuando. Entre tiempos nuestros niños pasaban la noche a solas. No pensábamos tampoco en el día siguiente, cuando tendríamos a ir a trabajar.

Cada equipo era compuesto de laicos sólo, con excepción de un miembro que debía ser el Sacerdote, para nuestra Comunidad se trataba del Padre P.P.). Éste, sin embargo, no era obligado a estar presente, a este punto que los Escrutinios siempre habían guiado por los laicos. Si había un Sacerdote, intervenía sólo para justificar las elecciones hechas por los catequistas laicos. Al término de los Escrutinios, los Catequistas se reunían y examinaban sus notas que habían tomado nota durante "el interrogatorio" a cada miembro. Al fin tomaban la decisión de admitir, o no admitir, cada uno de nosostros a la siguiente etapa.

Un Sacerdote del Camino, no haciendo parte del equipo de Catequistas, seguía los Escrutinios, de vez en cuando, pero de modo pasivo. Se sentaba con los miembros de la Comunidad, detrás de éste que era examinado y, la cabeza baja, rezaba con su breviario. A veces, a la pregunta de los Catequistas, contestaba a las preguntas, habitualmente de este género: "¿Enrico, al Sacerdote utilizaban siempre el 'tú' sin llamarla nunca 'Don' o 'Padre') tienes alguna cosa a decir sobre este hermano? ¿Está presente de modo asiduo en Comunidad?". En general, su respuesta comportaba poco de palabras. El interrogatorio" acababa a menudo en lágrimas o en los penosos silencios. Nosostros, que quedábamos detrás de, nos mirábamos curiosos de conocer las respuestas a las preguntas que eran

puestas. El Sacerdote quien era presente de vez en cuando seguía de manera pasiva y no intervenía nunca para endulzar los tonos que eran a menudo dramáticos. Unos declaraban haber hecho empleo de drogas; de otro, en presencia de toda su Comunidad, descubrían de la boca de la mujer haber sido traicionada durante los años. Me recuerdo cómo una pareja, delante de todos, aprendido directamente por la hija que tenía de las relaciones prenupciales con el novio. Otras historias, que harían rezumar también a los confesores los mayores de edad, resonaban en las salas donde nos reuniéramos, dejándonos estupefactos. Es imposible de describir las figuras de los maridos traicionan o de los padres quienes escuchaban ciertas experiencias de los niños: eran estorbados, emocionados, derribados. Se miraban entre ellos y, el rostro rojo, sudaban.

Cuando estos episodios llegaban, todo quedaban en la mudez más absoluta. Mirábamos a la cara y comunicábamos con las expresiones del rostro. Tan luego las víctimas eran de las personas que creíamos de los "santos nitouches", nos mostrábamos satisfechos y al fin nos poníamos de acuerdo para decir que se habían despejado finalmente por fin. ¡Los cotilleos, en voz baja, no faltaban nunca! Me recuerdo cómo entraban en la vida de cada uno de nosostros, hasta las intimidades más tapadas, aconsejándonos" "de los comportamientos a seguir, los Catequistas. Tan después de un no habíamos seguido poco tiempo aún no estos "consejos", no podíamos hacer el paso y debíamos pararnos luego a esta etapa, mientras que nuestros hermanos avanzaban en el Camino. ¡Era, por fin, una quiebra! Éste que era interrogado, debía abrirse necesariamente sobre todo. Éste que no tenía mucho a decir era acusado siempre de ser un sepulcro blanqueado o alguien que resistía a la conversión. Y entonces, bajando con los pecados de toda clase, incluido aquéllos de que no estábamos seguros.

También los 'Testimonios', nos hacían perder la dignidad. Me recuerdo que en una Asamblea Regional, un hermano de otra Comunidad declaró cándidamente, delante de 300 personas, de quienes la inmensa mayoría le era desconocida, ser unido se con su mujer durante el día pasado al hotel. En un Escrutinio un s.ur contó las "envidias conyugales" del marido, casi para defenderse de las acusaciones de los catequistas quienes creían la pareja "cerrada" a la vida. Hoy me pregunto donde acabada la dignidad de la familia. Nadie nos hablaba nunca de la idea de "procreación responsable." Nos decían: "La iglesia no admite los métodos anticonceptivos, ni los métodos naturales, porque un hijo es librado siempre por la voluntad de Dios." Debíamos pensar sólo en abrirnos a la vida, para el resto debíamos tener sólo fe en el Padre. A la luz de esto, las parejas que lograban poner a muchos niños al mundo eran "ganadoras."

Me recuerdo que, dando nuestros Testimonios y confesándonos" "a lo largo de los Escrutinios, empezamos a tener cierto sentimiento protagonista, en negativo. Hacer ver a todo el hecho de ser pecadores era casi un motivo de orgullo, porque éste que no tenía nada a contar era visto por nosostros como un fariseo.

Los Sacerdotes Escudriñados Como Los Otros, de Concetto,)

 

A cada Escrutinio y a cada Testimonio esperábamos enriquecer nuestro conocimiento del pecado posible. Me recuerdo el testimonio de un Sacerdote maltés: todo se refería a su pasión para las mujeres. La cosa que me golpeó el más no ha sido la confesión público de un Sacerdote, a eso me había acostumbrado ya, pero el comentario del mío después de, cuando lo vio subir sobre la tarima: "Eso lo he oído ya. Sé lo que ha hecho." Lo decía con cierta suficiencia, como si era aburrido de réentendre la misma historia. Hube empujado a comentar con una ironía trágica: "¡Escúchalo! ¡Hay quizás de nuevo alguna cosa!"

Todos los Sacerdotes quienes nos han seguido a la época hacían parte ellos mismos del Camino y recorrían luego, paso a paso, nuestra calle. Por eso "eran escudriñados delante de su equipo en presencia de los miembros de su Comunidad. Se ponía también normal para ellos de hablar de las cosas íntimas. Me recuerdo que un Sacerdote G.S., ha testimoniado también de ser pecador ella también, enumerando sus faltas y sus pecados, las faltas más íntimas. Es importante saber que puede tomar parte quienquiera lo desea en el 'Redditio', independientemente de su pertenencia o no al Camino. Para el Padre A.S. era normal de dar a conocer a éste que escuchaba los testimonios de sus debilidades personales. Como nosostros todo, también los Sacerdotes quienes hacían parte de la Comunidad tenían cierto miedo a los Catequistas. Éstos tenían el poder de decidir sobre todos: si fueran 'buenos' o 'malos' y si se permitiera o no el paso a las siguientes fases. Los Catequistas debían ser tenidos informados de todo. Cuando les hablaba, el Sacerdote no podía contradecirlas. Mismo ella, como los otros, debía aprender a obedecer a sus Catequistas. Por eso Padre P.P, iniciador del Movimiento en Sicilia informaba sus Catequistas a Roma de su vida y de la vida del Camino Regional.

 

Organización Del Camino, de Concetto,)

En Septiembre se extendían los convivences de Inizio Desfile. A esta ocasión las "Cabezas Catequistas" de cada Diócesis, encontraban Kiko a la Puerta San Giorgio, en la Marcha, y, de vez en cuando, en otra parte. Ella se decidía allí y se ramificaba luego los programas. En particular se indicaba los asuntos de los catéchèses a tratar durante el año. Los catequistas quienes participaban en este convivence con Kiko, para Sicilia y Calabria era S.M, hacían a su torre el Convivence del Saldo a los Catequistas Regionales. Luego, luego, éstos de ello hacían una con los Catequistas Provinciales y de cada Comunidad.

La Jerarquía interior del Camino era así: Kiko, Carmen y Padre Mario, al mismo nivel, aunque el líder es Kiko; Catequistas Nacionales - Catequistas Regionales - Catequistas Provinciales; Equipo de catequistas para cada Comunidad, por lo menos 6 personas: 2 responsables quien son catequistas también, 2 cantantes, 2 catequistas. Es preferible que cada pareja sea formada de cónyuges.

Podía convertirse también en Catequista siguiente un año de vida en el Camino. A partir de este momento, éste que recibía el cargo, tenía el alumbrado divino y el poder de evangelizar en su propia parroquia.

Los Responsables, los Co-responsables y los Catequistas de cada Comunidad de la Diócesis y de la Provincia hacían parte del "Centro de Trabajo Provincial", que tenía su sede en la Parroquia de San Leone para Catania. Los miembros de tal Centro se reúnen en la iglesia, justamente desde el punto de vista del culto y no en los pisos adyacentes, para hablar de la vida de cada Comunidad. Antes del Adviento y el Cuaresma, en este Centro se confería los "mandatos" para evangelizar de noticias o de las viejas parroquias.

Las Etapas Del Camino, de Concetto,)

PRÉCATÉCHUMÉNAT

1ª Catéchèses del anuncio (3 meses, en parroquia,);)

1ª Convivence, 3 días al hotel o en una casa religiosa);

Formación de la Comunidad;

Elección de los Responsables y de los Co-responsables;

1° Escrutinio - Rito del exorcismo -

Firma en el Biblia, Inscripción en el Libro de la vida)

1° Paso, 2 años después de la entrada en Comunidad);

Shemà, después de 1 o 2 años del 1° Paso. C 'est un catéchèse especial para escudriñar su apego a los ídolos, en preparación al 2° Paso. ¡A esta ocasión, en señal de desapego, debía renunciarse a los ídolos, objetos de valor y dinero! Éstos habían enviado a los catequistas de Roma.

CATECUMENADO

2° Escrutinio, con invitación a una consistente renuncia a los bienes materiales.

2° Paso.

Iniciación a la Oración - Entrega del Breviario - Rito de la sal. (A partir de este momento éramos la sal del mundo. Éste que alcanza esta etapa debe ingerir pues simbólicamente una pequeña cantidad de sal.

El Traditio, llevar directamente directamente en las casas "el anuncio" y sus propias experiencias como ejemplo, como hacen los Testigos de Jehová. Se nos recomendaba que, llevando el evangelio en las casas, debíamos exaltar los resultados alcanzados frecuentando el Camino para incitar las gentes a frecuentar las Comunidades y a convertirse.

El Redditio - Testimonio y proclamación del Credo.

(Debía ser el testigo de sus propios cambios desde el momento donde se era empezado el Camino. Se proclamaba el Credo siguiente. A estos testimonios podían asistir no sólo de las personas de las otras Comunidades, pero sobre todo, de las personas quienes no hacían parte del Camino para que fueran incitadas a hacer de ello parte. Esta etapa no lo he vivido personalmente, pero he asistido a aquella hecho por los hermanos.

(Las otras etapas no las tengo personalmente vividas.

La Liturgia, de Escabechó)

La penitencial. En las penitenciales los catequistas se nos decía que debíamos acusarnos Sólo de nuestros pecados, y por parte superior el mercado rápidamente. Para motivos de tiempo, el sacerdote no debía dar de consejos espirituales. Estos consejos los habríamos podido preguntar en otros momentos, fuera de la confesión.

Aunque se nos diera entender que habríamos podido preguntar consejo, en efectos, éramos acostumbrados a abrirnos sólo a los Catequistas, y raramente a los Sacerdotes.

A lo largo de lo Penitencial, todos los hermanos quienes no eran en tren de confesarse debían cantar a voz muy alta, para cubrir la voz de éste que estaba confesando. Teníamos de los momentos fuerte embarazosos cuando acababa un canto y que se empezaba otro. La confesión debía extenderse de prisa porque éramos en número. ¡Teníamos miedo a decir una palabra de demasiado más allá de la acusación de nuestros pecados demasiadas gentes esperaban! A la absolución, debíamos cumplir el gesto de arrodillarsenos, para ser levantado luego por el Sacerdote.

El Santa Misa - Celebrábamos siempre al Santa Misa puertas tapiara. Se hacía excepción para los cónyuges y para los padres de los NC. El calebración se extendía siempre en una sala, salvo la noche de Pascua. A esta ocasión administraban los bautismos.

Admitían entonces también a los padres cercanos de los catecúmenos quienes celebraban el bautismo.

En la parroquia que nos recibía, Crucifissio dei Miracoli, en los primeros años de nuestra experiencia, tres Comunidades cohabitaban quien celebraban la Misa el sábado, al mismo tiempo y separadamente, nunca en la iglesia pero en las salas puestas a la disposición del cuidado. Nosostros no nosostros " mêlions" nunca a los otros fieles. No pensábamos asistir nunca a la Misa en la iglesia, lugar ciertamente más adaptados que una sala parroquial o una sala de hotel. Lo que me golpeaba el más era que se procuraba nunca de hacer las ceremonias delante del tabernáculo.

Cantábamos sólo el "Gloria" por la noche de Pascua, al Pentecostés y en las ocasiones extraordinarias, como en las Convivence Régionales. Después de la proclamación del evangelio hacíamos las "Resonancias" durante cuáles cada uno podía exprimir lo que lo había golpeado. Al fin el Sacerdote hacía su homilía que recoge la punta, a menudo, de todo lo que había escuchado. A lo largo de las "Resonancias", no sólo ninguna persona extranjera a la Comunidad era admitida, pero también los niños habían salido de la sala.

No se profesaba nunca el "Credo", salvado en el acto del "Redditio", o de aquéllos que era

ahora cerca de la última etapa, "la elección", y, de todos modos, siempre fuera de la Misa. No había nunca el ofertorio. A su lugar se cambiaba el 'signo de la paz', como en el Rito Ambrosiano. Este signo debía ser cambiado de todos y con todos, de modo que se creaba una gran confusión.

A lo largo de la Misa no se recogía de dinero, aunque al fin se hiciera la "Colecta" para pagar a la canguro quien, en un salón adyacente, asistían a los niños.

Antes de la Oración Eucarística el Sacerdote no se purificaba las manos. No hemos contestado nunca: "El Señor recibe de tus manos este sacrificio."

En el acto de la Consagración era Prohibido ponerse a rodilla. Muchos hermanos han sido reprendidos para lo haber hecho, entre éstos, mi marido, un diácono, que conocía y mis amigos quienes estaban de servicio al lado del Sacerdote cerca del altar durante la Misa.

¡El hecho que no debíamos arrodillarnosnos, y la relación estrecha de este acto con la adoración eucarística me ha hecho reflejar! Me recuerdo que en 14 años, no hemos hecho nunca una sola adoración eucarística. Trayéndonos a la Consagración eucarística, tengo acordarme que se explicaba que se trataba de "la exaltación de la Resurrección del Señor." Tanto que al fin del calebración se bailaba alrededor de la "Mesa" para celebrar la victoria de la vida sobre la muerte.

Los néocatéchumènes hablan siempre de la Misa como el "Banquete nupcial" y, pues, haciendo alusión al altar la llaman siempre y sólo "Mesa." Para esta razón, como los convidados a un banquete, nos sentábamos alrededor de la "Mesa" y, ponía siempre en el suelo sobre las alfombras.

No se recitaba nunca "el cordero de Dios." Se contaba los participantes. Se rompía el pan consagrado, que era ácimo en la forma y en la dimensión de una hogaza. El pan era roto por el Sacerdote quien llamaba a los Ministros Extraordinarios para ayudarla. Si éstos fueran insuficientes, autorizaba algunos laicos a romper el pan con él. No se declaraba jamais : "  Señor no soy digno ". En efecto, el sacerdote, después de haber pronunciado las palabras,: Tiene el cordero de Dios quien quita los pecados del mundo", añadía en seguida: "El cuerpo del Cristo nos guarda para la vida eterna." ¡Eso, sin embargo, no lo decía levantado delante del altar, pero sentado a su lugar!

La Comunión se hacía de manera todo original. Quedábamos sentados todo y esperábamos que el Sacerdote y aquéllos que la asistían pasan por los lugares poniendo una punta de Pan consagrada sobre las manos de los participantes. Esta distribución acabada, el Sacerdote se sentaba a su lugar y comía el Pan mientras todo el otro. Luego el Sacerdote tomaba el cáliz, más grueso que aquéllos utilizado para la "Misa común" y pasaba por los lugares donde los participantes, sentado, bebían un trago, abundante, Vino consagrado.

Después de la Comunión, los responsables daban de las opiniones de todo género y eso se acababa con la bendición. Al fin de todo se bailaba alrededor de la Mesa. Este baile hacía parte del calebración: todo debían participar, mismo sólo aplaudiendo.

Cuando pienso en la posibilidad que algunos pequeños fragmentos Eucarísticos puedan ser caídosse por suelo y que hemos bailado arriba, pruebo un susto terrible para la despreocupación enseñada. El Señor quiera tener misericordia de mí y de aquéllos que sigue todavía hoy actuando así. Añado que a lo largo del calebración, que no duraba menos de dos horas y mitad, habían de los momentos de distracción, unos dejaban literalmente la sala para ir fumar o charlar. Los Sacerdotes eran opuestos a eso, pero no podían corregir tampoco a los hermanos quienes faltaban.

Cuando alguien, ocupado a participar en el calebración del sábado por la noche, participaba en la "Misa común" del el domingo por la mañana, encontrando a los hermanos de la Comunidad, contaba la experiencia que había hecho y, a menudo comentaba las diferencias considerables entre los dos calebración, sosteniendo que el " dimanche no había probado nada ". No olvidaré nunca que un s.ur "Ostiaire" ha reprendido a mi hija porque un domingo había ido a Misa en parroquia. ¡Según ella, esta Misa no era válida! Sin embargo no quiero acusar este pobre s.ur de lo que decía por contra, pero sencillamente devolver testimonio del clima en que los participantes viven al Camino.

A todos se inculca la idea que la verdadera Iglesia es en el Camino y que "éste que se limita a los " pratiques comúnes habituales posee sólo "una fe natural que no es arboladura." Esta idea era sostenida siempre por los ejemplos dado por los Catequistas, banales pero incisivos, y quien hacían observar a toda la Comunidad cómo en el Camino había siempre una gran participación, cuando las iglesias eran cada vez más vacíos. La iglesia común era vista como "estática."

Hacia el fin de mi experiencia en el Camino, cada vez que me paraba a reflejar sobre el Misterio Eucarístico, quedaba muy turbada. El hecho que no debía arrodillarsenos delante del Tabernáculo ha sido un fuerte estímulo a la reflexión. ¡No comprendía por qué no debería cumplir este gesto de adoración! En el Camino, nadie se arrodillaba. ¡Los Sacerdotes no lo hacían tampoco, con excepción de Padre Enrico, Jesuita, de don A.C y de don G.S! ¡En la parroquia de San Léon (c.ur del "Camino" a Catania) los reclinatorios han sido quitados!

Respecto al Eucaristía, los sufrimientos más gruesos las he tenido a lo largo de la Misa. La preparación de la Mesa me fascinaba mucho. Todo era de sueño: flores, alfombra, cantos,; la compañía de los hermanos, la espera del Señor Pero en los últimos tiempos, las enseñanzas religiosas recibidas por los niños me hacían cobrar conciencia de la situación grave que estaba viviendo. Como todos los que han recibido una enseñanza católica conocen la importancia del Sacramento Eucarístico. La hostia y el Vino consagrados son el Cuerpo y la Sangre del Cristo. ¡Son el Cristo entero! A causa de eso, cada vez que para cualquier motivo se viene en contacto con estas especies sagradas, se debe siempre tener cuidado con el máximo. A pesar de toda esta atención, a pesar de que las hostias sean preparadas con objeto de no fragmentar se, el Sacerdote sabe que al fin de cada calebración queda siempre de las pequeñas puntas de Eucaristía. Para esta razón durante el Santa Misa purifica el cáliz y el patène con escrúpulo, en busca de los más pequeños fragmentos restantes de Eucaristía, consciente que éstos son todo el Cristo. Los Sacerdotes, los Diáconos y todos los que son autorizados a llegar al Tabernáculo son preparados de una manera adecuada para que no sea infravalorado el sentido del Pan y del Vino consagrado. Estas nociones, fundamentales para todo católico, me han empujado a tener dudas serias sobre la bondad de las acciones con la que los néocatéchumènes tratan las especies Eucarísticas. Vuelvo a llevar con este propósito mis experiencias personales, para que puedan servir a éste que tiene la competencia.

El pan - En los calebración del Camino se consagra exclusivamente el pan ácimo, preparado por los miembros de la Comunidad. Aquéllos que tienen este cargo son llamados "Ostiaire." El pan tiene la forma y el tamaño de una hogaza. Sobre él, debe ser grabada una gran Cruz, aquella del Cristo, rodeada por la pequeña Cruz, representantes nuestras Cruces. Hoy comprendo cómo se descomponía más lentamente el pan, a la inversa de las hostias, y luego, después de la Comunión, quedaba todavía en nosostros para mucho tiempo. Pensando en este no deberíamos haber fumado, comer. pero todo esto no llegaba. En el acto de romper el Pan, se despegaban siempre de los Fragmentos que quedaban sobre el Corporal, siempre lo que era puesto sobre la Mesa. Ocurría a menudo que alguno Fragmento caía sobre la Mesa o por tierra, sobre las alfombras. Éste que recibía el Pan ponía las manos a la forma de cruz, con la izquierda sobre la derecha, para formar un trono para el Cristo Eucharistie. Las partes del Pan que eran distribuidas tenían de las dimensiones variables según el número de participantes. Podía llegar que se reciba una muy pequeña punta de Pan o todavía una llena mano. Las puntas que quedaban sobre el patène eran distribuidas todavía hasta que no quedan de ello más. A menudo, en el acto de "comer" el Pan visto las dimensiones, éramos constreñidos a morderlo. Era natural que hicieran así de los fragmentos, que procurábamos de no eximir.

Mi marido quien es Ministro extraordinario del Eucaristía, ayudaba en la distribución. Fue constreñido de llamar muchas veces éste que recibía a Jesús, sentado de modo no conforme o, más peor quien recibía el Cuerpo del Cristo que masca una goma. Estos episodios hacen comprender cuánto teníamos poco de conciencia de lo que hacía. Cuando alguien procuraba de corregir a un hermano quien recibía el Pan consagrado con poco respeto, era recogido porque debíamos ser pacientes, especialmente con éste que era desde hace poco en el Camino de tiempo.

Mientras que se esperaba de comer el Pan, numeroso, (especialmente entre los jóvenes, comentaban o, bromeaban con el Eucaristía sobre la mano. No podía hacer de otra manera que preguntar de silencio. De vez en cuando, mientras que con el Pan en mano esperábamos de comulgar, se paraba a examinarla, y los comentarios irónicos no eran raros sobre la cocción excesiva, sobre la dureza o sobre el hecho que fuera creído todavía.

Como ya mencionado, comíamos el Pan, todo al mismo momento. Unos, habiendo recibido dos o mismo tres puntas de Pan, se encontraban en dificultad de gastarlo al momento oportuno, porque en seguida siguiente el Ministro pasaba con el Cáliz. Me recuerdo cómo el Eucaristía era comido ni más ni menos como se echa a mesa un bocado de pan. ¡Esto me hacía terriblemente mal! Una vez gastada el Pan sagrado, numeroso, todo quedando sentado quitaba los pantalones o las faldas Con un inmenso dolor hoy el polvo pienso en la posibilidad que algunos fragmentos del Eucaristía puedan ser caídosse por suelo. De vez en cuando las alfombras eran limpiadas. ¿Eran vencidos o aspirados por algún hermano disponible pero, visto la probabilidad elevada que sobre ellos hay todavía fragmentos de Pan, qué tendrían hace? Repensando al baile final alrededor de la Mesa, me pregunto: "¿Si por tierra se encontraba de los fragmentos del Eucaristía, cuál sentido podía tener este baile? ¿Esta alegría era a causa de eso? ¿Quizás porque se estaba pisoteando al Cristo?".

Mi s.ur querido (A.Mn), Ministro Extraordinario, desconcertados después un Calebración eucarístico, vino contarme un episodio que le había llegado algún momento antes. Un hombre, marido de nuestro s.ur, pero no perteneciendo al Camino, había puesto en el bolsillo de su chaqueta el Pan eucarístico. Vive este gesto y, acabada apenas la ceremonia, de ello habló al Sacerdote celebrante. Éste le contestó: "Mézclate". Se acercó de este hombre y dice luego: "Hermano, dame el Pan que tiene en tu bolsillo. Es Jesús. Lo como." Se lo dio y ella el " consomma ".

 

Otro s.ur, (A.Mg, me contó poco antes que salga del Camino, cómo a lo largo de un Calebración Eucarístico en la que participábamos juntos, mientras que esperábamos de gastar el Pan que era sobre nuestras manos, se oyó al exterior de la sala un ruido como éste de un accidente de automóvil. Algunos hermanos, temiendo que su coche fuera implicado, precipitaron para controlar al exterior. Uno de ellos, en su ímpetu de salir, puso el Pan consagrado en su bolsillo.

¡Cuánto poco de respeto del Eucaristía en alguien del Camino!

El vino - Después del Cuerpo de Cristo, era el momento de la Sangre. El sacerdote pasaba por los lugares con el cáliz del Vino consagrado. Al principio de mi experiencia en el Camino los Catequistas nos sugirieron que a lo largo del calebración, cuando era el momento de beber al cáliz, importaba tomar un "hermoso trago." ¡Sólo logro hoy comprender qué grueso error éste era! Repenso a la cosa que se reducía a beber al Santa Especie: era como la aceptación de una bebida cualquiera. Mi pensamiento es sostenido por la experiencia que he tenido en mi Comunidad. Parecía que algunos hermanos y s.urs enamorados del vino, de ello bebían varios ahítas y, de vez en cuando procuraban de ponerse a los primeros lugares, esperando que el Vino no se agotara a la primera vuelta, de tal modo que abastecer en todavía. A menudo probaba un grueso sufrimiento de verlo un pobre hermano quien, enamorado del vino, oído como bebida normal, procuraba de manera evidente de tener de ello todavía. Confieso que de vez en cuando esperaba que el Sacerdote, o éste que lo hacía para él, repasa con el Vino: éste, en efecto, era licoroso y agradable a beber. Algunos hermanos, siguiendo el consejo de los Catequistas y de los Sacerdotes del Camino, bebían el Vino Consagrado a grandes tragos y de vez en cuando ocurría que vertían de ello sobre el traje. A una ocasión vivo a un hermano quien, por inadvertencia tomado el cáliz, vertió un poco de Vino Consagrado por tierra. No me recuerdo si eso cayó sobre la alfombra o sobre el piso. Me recuerdo sólo que absorberán el Vino con los purificadores.

Después de haber comulgado no se hacía la purificación del Cáliz y del Patène. Éstos habían puesto en un ángulo de la sala y, al fin del calebración, el Sacerdote y los Ministros extraordinarios, a este momento había también mi marido, o sencillamente un Responsable encargado se ocupaba.

En el Camino, los signos son fundamentales. Para éste hacer la Comunión debía ser físicamente una acción considerable. Debía sentirse el Pan en boca. Debía catar el Vino. Para esta razón "las Misas comúnes" nos parecían insignificantes: ¡no probamos nada! Tenido consideración a nuestro Pan ácimo, las Hostias eran inconsistentes. El carácter físico de todo nos llevaba a ver el Camino como la verdadera, única Iglesia, porque no había que allí que "probábamos de las emociones."

Tiempo De El año Litúrgico, de Escabechó)

Hemos conmemorado nunca un San o un Santa. Estas Fiestas y estos Patrocinios eran vistos como los claros ejemplos de "fe natural y dévotionisme."

Hemos hecho nunca la adoración Eucarística y aun menos las "Cuarenta horas." Las procesiones no hacían parte de la cultura néocatéchuménale. Éste que buscaría un néocatéchumène a alguna procesión Eucarística, como aquella del Cuerpo Domini, quedaría decepcionado porque encontraría de ello poco y sólo aquéllos que no pueden pasar de ciertas costumbres.

Nunca se no nos es invitado a participar en un encuentro o a manifestación de carácter diocesano. Sólo el Padre Enrico nos invitaba a participar en la procesión del Cuerpo Domini pero, en verdad, vista los empeños que teníamos en Comunidad, sus palabras eran casi siempre desoídas. El solo momento a vivir intensamente con el Camino era la semana santa. En las otras ocasiones éramos libres de participar donde queríamos.

Semana Santa - La Navidad, el Domingo de las Palmeras. eran de los momentos a vivir en sus propios parroquia. ¡Pero el néocatéchumène vive toda su vida religiosa en su Comunidad! Naturalmente en estos domingos no iba a Misa, porque la tarde se era participado antes en el Calebración en Comunidad.

La procesión que precede la Misa del Domingo de las Palmeras, en las parroquias que recibían las Comunidades néocatéchuménales, era organizada de modo que, éste que había adelantado el 'Redditio', llevaba una gruesa palmera. Luego éste sería ordenado sobre el balcón su propia casa, para que éste que lo veía comprendiera que en esta casa vivía a un cristiano. Quien llevaba estas palmeras tenía el privilegio de subir al altar. Los otros que llevaban no de los ramos de olivo comparables a estas palmeras exuberantes seguían detrás de.

El Jueves el San era dedicado exclusivamente al Lavado de los pies. Era muy preparado. Pensaba en las Lecturas y a cada particularidad. A esta ocasión, el Responsable, eventualmente precedido por el Sacerdote, lavaba los pies a todos los que componía la Comunidad, haciendo comprender así a todos que era su servidor. Cuando habían acabado, todo éramos invitados a repetir el mismo gesto, lavando los pies a los hermanos con que debía reconciliarse.

No se celebraba la "Misa del Cène del Señor" sino éramos libres de participar en la Misa en las parroquias, pero importaba hacer en primero el Lavado de los pies quien, visto la hora a la que se extendía, se acababa siempre hacia las 23.30. Nunca nadie nos invitaba a participar en el "Calebración del Cène del Señor" que importa acontecimiento para toda la iglesia.


El Padre D.C. me contó cómo cuando era limpiado a Amontonó Annunziato, debió imponer a las Comunidades del Camino de participar en la Misa "del Cène del Señor", antes de hacer el Lavado de los pies. La discusión fue encendida, pero éstos no pudieron oponerse. Durando mi pertenencia al Camino no he vivido nunca el Jueves San como los otros fieles. Antes del Lavado de los pies buscaba desesperadamente, por mi cuenta, una iglesia vecina a mi Comunidad, para hacer conciliar el horario de trabajo, éste de la Misa y éste del Lavado de los pies. Durando varios años no he logrado participar en la Misa "del Cène del Señor."

El Viernes San no hacíamos el ayuno como los otros fieles cristianos. Se ayunaba en efecto sólo tarde la tarde, y precisamente del momento de la adoración de la Cruz y después de. ¡Se explicaba que en el evangelio es escrito que "cuando el esposo será quitado, entonces ayunarán!". En práctica el ayuno había desplazado el Sábado San. La tarde del Viernes se proclamaba el evangelio de la Pasión y después de se cumplía la adoración de la Cruz.

No se hablaba nunca del camino de " Croix" y lo hemos hecho nunca. Se nos explicaba que el sentido de la adoración de la Cruz (abrazar el Crucifijo), era el de abrazar nuestra Cruz, es decir todo lo que nos hacía daño, en particular las gentes quienes nos hacían sufrir.

Después de la adoración se regresaba en casa en silencio. Esta atmósfera triste nos daba el sentido del duelo y nos hacía pensar que en la iglesia común esto no era vivido de una manera adecuada.

El Sábado el San era el día del ayuno y del silencio. La abstinencia de alimento era muy rígida. Podía beberse sólo algún zumo de frutos o del té. A causa de eso de vez en cuando más débiles se encontraban mal y se desmayaban a menudo. La mañana se preparaba la sala para la Velada. Todo era decorado de flores. Se preparaba el "Pozo de Jacob" también. El agua de este "pozo" utilizado para los bautismos y para los otros ritos de la Velada, era echada después a la calle o, más peor, en la descarga de las aguas del interior del courre interior. Había mucho. Al lado de la sede de éste que presidía, se preparaba una silla que debía quedar vacío. Se ponía arriba una rosa. Esta silla era para "el huésped."Esta noche, en efecto, era el "Paso de la muerte a la vida" y se podía que llego la "Vuelta Gloriosa de Cristo Resucitado."

La noche de Pascua, a la catedral, aquéllos que había llegado a la última etapa "Jerusalén", conocida como "aquéllos que ha pasado por la gran tribulación", se presentaban delante del obispo en trajes blancos.

Empezaba la Velada que se acababa a 7 horas o a 7.30 de la mañana en el medio de la noche, claro que sí habían de los Bautismos podía acabarse hacia 8.30 también. Después de la Velada cada Comunidad se reunía para un Ágape fraternal, organizada anteriormente. Se iba a casa de un hermano, o en la sala de la parroquia, más a menudo entraba en un restaurante. En este Ágape, que se extendía hacia las 9, se gastaba los signos clásicos de la Pascua: las hierbas amargas, el cordero, al horno, con las patatas, ellas. ufs duros y, en conclusión, una cosa dulce en forma de ladrillo para llamar la esclavitud en Egipto. No carecía de otros platos, como los tortellini en caldo, ensaladas y otro. El importante era que ella se negociara de carne y de hortalizas.

El ágape de las Comunidades mayores de edad era a base de leche, de miel y de golosinas para volverse a acostumbrar a las "delicias de la Tierra Promise."

¡Después del día de ayuno, después de una noche toledana y un almuerzo suntuoso, se regresaba en casa casi inconsciente, pero orgullosa de lo haber hecho! Mientras que los otros se despertaban alquilando el Resucitado y viviendo juntos todo la alegría de Pascua, desconectábamos el teléfono para no ser desarreglado en el sueño.

Atada a mis costumbres, esperaba de lograr despertarme para poder seguir a la Televisión la bendición "Urbis y orbis." En las Comunidades esta cita no tenía ninguna importancia.

Los Aspectos Económicos, de Concetto,)

En los catéchèses el dinero era presentado como un ídolo. Importaba tratarlo como la basura. Para eso, cada vez que debíamos recoger del dinero, pasábamos por los lugares con los bolsos negros, utilizados para la cosecha de la basura.

Al primer convivence de una nueva Comunidad, éstas ya existentes se cotizaban para adquirir los pasteles y el espumoso para celebrar con los nuevos hermanos su entrada en el Camino. Al fin de la fiesta, cuando era el momento de recoger el dinero para pagar los gastos, si no se recogiera también la suma necesaria, después de las primeras torres, aquéllos que estaba presente de las Comunidades más viejas eran invitadas a participar en la colecta. De este modo los advenedizos quedaban profundamente golpeados por esta hermandad y se sentían como en familia.

A lo largo de las Convivences Régionales o en los Ritos de Paso, recogíamos el dinero para pagar los hoteles o para dejar las ofrendas a las casas religiosas que nos recibían. Pasábamos con el "bolso" mientras que los cantos del Camino que eran entonelados y el Catequista incitaba a despreciar el dinero. Decía: "Sepáradvos de vuestros bienes y recibiréis el céntuplo." Incitaba de vez en cuando también a firmar de los cheques, especialmente para éste que no tenía líquido. Sugería a veces también de dejarlas en blanco. Nadie era obligado a poner del dinero pero la invitación a hacer lo era acuciante y todo ponían alguna cosa, alguno unos más y alguno unos menos. Cada uno echaba a pierna suelta, una suma de dinero o de los objetos valor. Inicialmente, cuando se nos fue explicado cómo se realizaban las cosechas, se nos decía que los hermanos quienes eran el gusté en la necesidad no tenían a " jeter" en el bolso, pero antes " prendre ". Cuando luego se asistió por primera vez a una colecta de dinero se enteró que era casi imposible tomar del bolso. Éste en efecto, era muy profundo y tomar del dinero se sería vuelta una acción evidente a todos.

No se alcanzaba a menudo la cifra que costeaba, y entonces se procedía a un segundo o a una tercera vuelta del "bolso." Cuando se alcanzaba la suma necesaria, se nos decía que era para recompensar a un hermano quien se había convertido, vertiendo la suma ausente considerable. De este modo éramos golpeados y nos éramos incitados a  nous " convertir" también. Después de cada torre, en un piso contiguo a aquella donde éramos reunidos, los "Responsables vaciaban los bolsos. Habiendo sido también un "Responsable", las tengo muchas veces vaciadas y me recuerdo que era siempre una sorpresa. En el interior del "bolso" llovía de todo: dinero, cheques, (unos mismos en blanco, objetos de oro (sortijas) collares, alfileres, también con las piedras preciosas, y, de vez en cuando de los boletines del totocalcio (juego italiano) (en el Camino, insistía en efecto mucho en el hecho que éste que jugaba el boletín no tenía confianza en Dios y para eso jugar era para él retenido como un pecado.

Las cifras que se recogía eran considerables. En las Convivences Régionales de tres días, al hotel, éramos de costumbre alrededor de 450 personas. La suma a destinar al hotelero era alrededor, en 1997, de los 80 millones de liras. Si se considera mientras que estas 450 personas eran sólo un tercio del número total de los participantes a la Convivence Régionale: en efecto, los ayants derecho, catequistas y responsables de la Sicilia, eran 1.400. Se recogía también el dinero destinado a la canguro quien, a lo largo de los Convivences, acompañaban a los niños por los participantes.

En estas ocasiones se cosechaba también el dinero a destinar a la subsistencia de los Seminarios néocatéchuménales "Redemptoris Máter" derramado en el mundo y también para la construcción del gran Centro de acogida para las Comunidades del Camino quien, llegados a la etapa "Jerusalén", hacen la romería habitual en Tierra Santa. La suma de dinero recogida para los Seminarios y para el Centro en Galilea adelantaba, a menudo, éste destinado al hotelero. En estos últimos dos fines se recogía también el dinero en las Comunidades, a lo largo de los Convivences de Saldo. Siendo Responsable de mi Comunidad, tenía el deber de recoger este dinero y de enviarla a los responsables de Roma. De una vez al otro se me señalaba un nombre y una cuenta corriente bancaria diferente. El motivo para que se me señalaba a menudo de los nombres y de las cuentas bancarias diferentes no ha sido nunca claro para mí, también porque, empujado por el celo de sostener el Camino, pensaba que fuera más oportuno hacer siempre referencia a una misma cuenta. De este modo se habría podido "verter" en privato también, en los momentos donde no había Convivence de prevista y mismo de las personas que no pertenecen al Camino habrían podido hacer de los pagos. Podía hacerse, en práctica, como las grandes asociaciones de voluntariado o como los Organismos de caridad.

En el rito de la iniciación a la oración se hacía el exorcismo del dinero.

Puesto delante de una Cruz, cada iniciado echaba en una cesta un sobre que contiene una suma considerable de dinero. Mientras que cumplía este gesto debía pronunciar una

frase de renuncia a Satanás. Mi Comunidad era entre más pobre, pero sé que otro numerosas comunidades han renunciado a los terrenos, a los apartamentos, a los coches, etc. El es cosechada eran siempre muy gruesas. Nos decían que estos bienes irían a la parroquia huésped y al obispo local, como ofrenda para la caridad. Claramente más allá a este dinero debíamos añadir éste para los gastos activos: hotel, canguro, etc. También en esta ocasión, una vez acabada el rito se celebraba en los lujuosos restaurantes, Chalet de las Rosas al Aci Trezza, Poggio Ducale, cerca de la parroquia Madona di Lourdes y otro del género. Los gastos sostenidos para estos banquetes de lujo eran al cargo completo de la Comunidad claro que no de los Catequistas. Éstos, en efecto, ejecutaban un servicio y no participaban nunca en los gastos. No participaban tampoco cuando venían visitar la Comunidad y se unían al ágape que organizábamos. En estas ocasiones aprovechaban de ello para llevar también a sus propios niños.

Me recuerdo que al fin de cada Convivence Régionale o de Saldo regresábamos en casa despojada de todo muy documentación. No teníamos una lira en bolsillo. Somos regresados a menudo de Cefalù o de Bagheria con sólo de la esencia en el depósito. Con dolor pienso en los momentos donde procurábamos de ahorrar en todo para estar listo para destinar al Camino del dinero, el más posible. Decíamos que a menudo "no" a las preguntas legitimas también de nuestros niños quienes eran obligados a contentarse con la estricta necesario. Los zapatos y los trajes eran utilizados hasta el límite; los entretenimientos y las pequeñas propinas que se da a los niños no hacían parte de la política familiar: este dinero era destinado a la Comunidad.

El diezmo - Todos los que llegaba a "la iniciación" de la Oración", momento cuando el obispo nos vuelve a meter los breviarios, se debían de pagar el "diezmo." Ésta consistía en ceder por lo menos a su propia Comunidad el décimo de su paga mensual. El dinero que era recogido debía servir para ayudar a los hermanos menos ricos. Decidir que podía beneficiar con las ayudas económicas y en qué medida, era el Responsable de la Comunidad, según la suma recogida y las preguntas. Me recuerdo cómo muchos hermanos aprovecharon de buena gana de estas ayudas. A menudo sabían o comprendían que alguien preguntaba de " l'aide" sin tener de ello realmente necesidad y para este motivo numeroso no daban de buena gana el diezmo y nacían de vez en cuando de los fuertes desacuerdos. Me recuerdo que después un año alrededor de la iniciación a la Oración, los catequistas vinieron visitarnos para informarse respecto a nuestro Camino. El Responsable les dio a conocer que con motivo de los diezmos, se recogían poco dinero. Entonces los catequistas nos reprendieron de ser todavía demasiado agregado al dinero y nos dijeron que a causa de eso la Comunidad no lograba crecer. Preguntaron al Responsable, el doctor P.Pg, si hubiera puesto el ejemplo, es decir, le había abonado tan por lo menos una suma proporcionada. Éste contestó que, mismo muchas veces lo habiendo invitado a pagar y verter el diezmo los hermanos, no había escuchado y para eso decidió, con su mujer, de destinar su propio diezmo a los s.urs de Madre Teresa de Calcuta. A este punto los Catequistas, y especialmente don P.P, se pusieron furioso. Reprendieron ásperamente la pareja delante de la Comunidad, acusándolas de no quererla y de haber desobedecido a los Catequistas y al Camino. El Responsable no pudo replicar a causa del ímpetu excesivo de sus interlocutores. Éstos se encarnizaron con la mujer quien intentaba de minimizar y sobre todo de prohibir al marido. Confesando que, mirando al sacerdote, me parecía ver al pastor transformarse en lobo, tanto exprimía de la cólera, sin preocuparse por el efecto que eso tendría sobre aquéllos que estaba presente. Los gritos se entendían hasta la calle y nosostros mismo nos habíamos trastornado y aterrados. Desde este momento el P. Pg. no participó más en la vida del Camino. La mujer participó en algunos otros encuentros y no regresó luego tampoco. Hoy, con la serenidad de éste que ha salido sin alguna presión exterior, me pregunto: "¿Al principio de esta experiencia, quién nos había advertido que nos habríamos debido sacrificar, mismo económicamente, no teniendo más la libertad de elegir a quién dirigir nuestra caridad?". ¿Me pregunto, además, si existe en la iglesia de las Asociaciones o de los Grupos quién hace pagar a sus miembros un diezmo?

Lejos de nosostros la idea de juzgar o acusar. Nuestro solo deseo ha sido el de testimoniar para hacer mejor comprender lo que los afiliados al Camino néocatéchuménal viven y ha sufrido en las Comunidades, y para que éste que tiene autoridad pueda dar una respuesta a muchas dudas.

Concetto Bonaccorso & Armiño, Escabechó, Niess

 

 

 

 

 


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